domingo, 4 de septiembre de 2016

Murió un combatiente antipinochetista, un héroe del contraataque ante la Operación Cóndor




   En París, nunca tan lejano, se nos fue el querido “Pepe”, el periodista chileno José Maldavsky: serio cuando había que serlo. De un humor corrosivo aún en las paradas más difícil. Inflexible con las agachadas.

   Con él –Isidoro Gilbert, Lucho Córdoba, Enrique Martini, mi hermano Rodolfo Nadra, el poeta paraguayo Elvio Romero, el charrúa Ricardo Saxlund,  entre otros—integramos un equipo de contrainteligencia, y en ocasiones de acción, que denunció y enfrentó la Operación Cóndor, desde fines de los 70 hasta avanzados los años ’80. Su sede argentina fue una oficina en Córdoba 652, 11 E, y hombres y mujeres en Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil, como equipos en Praga, Berlín, Moscú  y las principales capitales europeas.
   Parcialmente cuento esa historia en mi libro “Secretos en Rojo. Un militante entre dos siglos”.
   Tal vez alguien, alguna vez, rinda homenaje a esos luchadorxs, escriba ampliamente su historia, omitida aún en los comentarios de la prensa canalla acerca de las explosivas revelaciones que realicé, relegada por una Academia que investiga solo lo que le interesa o rinde, económica o políticamente. En los dos àmbitos, la prensa y la academia, a la dominante historia de los vencedores se ha incorporado ahora lo que considero "La historia de los vencedores entre los perdedores". Para la primera hay mucho espacio, para la segunda menos, para la tercera nada, o casi nada, que "no es lo mismo pero es igual",

   Pepe, dio testimonio en una nota para el libro, que lo pinta de cuerpo entero, tanto al que conocí como al hombre que se forjó en las décadas siguientes:

“Aunque les asombre, no tengo intención de relatarles en detalle mis recuerdos de la aventura de la calle Córdoba 652, en Buenos Aires, entre el año 1973 y el año 1975.
La pregunta que surge hoy de esta experiencia se vuelca en dos palabras; memoria y resistencia: ¿en qué medida Córdoba 652 es una referencia?
(…)
“Después de los acontecimientos de Córdoba 652, los tiempos han cambiado. Pero el compromiso democrático ha adquirido el sentido de una lucha que traza, sin descanso, las vías de transmisión de la memoria histórica y la necesidad absoluta de resistir.
“Casi cuarenta años más tarde, nuestros modestos despachos noticiosos revelan el lugar determinante de la historia de resistentes anónimos contra la dictadura en la vida política de las democracias.
“Nuestro profesionalismo permite demostrar hoy que memoria y resistencia permanecen como un valor fundador de la legitimidad de optar por la democracia.
“Hoy nuestros países  se desarrollan, pero el riesgo del olvido de un pasado reciente nos invita a mirar hacia atrás. La memoria es un valor esencial de la vida social. Ella surge cuando las sociedades se enfrentan a la historia de su fundación y a la herencia recibida de los regímenes precedentes.
(…)
“Tales enfrentamientos pueden redefinir la legitimidad de la elección de la democracia, pero también pueden terminar en la negación del pasado contribuyendo al cuestionamiento de los valores que la originan.
“La historia reciente de nuestros países prueba que memoria y resistencia están en el centro de los valores que permiten construir la democracia.
“Confirma que la memoria es la esencia de una crítica a la altura del hombre, frente a aquellos que privilegian una visión dogmática de una historia en movimiento y regida por las reglas de la economía de mercado.
“La historia fue escrita en Córdoba 652 paso por paso, en el anonimato. Ignorábamos si estábamos escribiendo las páginas de una historia triste para las nuevas generaciones: para que nunca más se repita, sigamos resistiendo.
“Quisiera por último rendir homenaje, agradecer y manifestar mi reconocimiento a la solidaridad internacional de los integrantes de la calle Córdoba 652, sin la cual no estaría escribiendo en este momento.
“No sólo me acogieron en su seno, con la generosidad que los caracteriza, sino además enarbolaron la bandera de la lucha de un pueblo martirizado por una dictadura como si fuera el suyo. Y eso no se olvida nunca”.

   Otras tareas llamaron a Pepe dentro de aquel Chile martirizado.
   La DINA lo encarceló cuando editaba en la clandestinidad el periódico del Partido Comunista de Chile, El Siglo.
   Torturado y confinado, partió luego al exilio y se radico en Francia donde no abandonó sus ideales, pero se convirtió  en un documentalista de renombre internacional.

   Yo lo quise y lo querré. Hasta que me vaya. Y quiero entregar ese amor a los suyos: con sus hijos, Alioshsa, Yuri y Nicolás y la madre de sus hijos, su compañera de entonces y nuestra amiga Marilú.

   Desde la cámara que ilustra este insuficiente texto nos retrata, en el pasado y en el presente. Me recuerda que no bajaremos los brazos, pero no puede evitar que no quepa tanto dolor en un corazón ya  lastimado.


Alberto Nadra

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